La crisis ha sacado a relucir la importancia de la innovación para la sostenibilidad de las empresas y de la sociedad, por lo que potenciar la innovación en tiempos de crecimiento es la receta para afrontar las épocas de recesión en las mejores condiciones. Pero la innovación no surgirá sin un entorno adecuado. Sólo una cultura que tolera el error, fomenta el emprendimiento y la innovación. Estas son algunas de las premisas de partida de la publicación de la Fundación de la Innovación Bankinter, realizada en colaboración con Accenture y titulada: ‘El arte de innovar y emprender’, cuyas conclusiones han sido presentadas en IE Business School.
Los expertos del Future Trends Forum (FTF) de la Fundación de la Innovación Bankinter están de acuerdo en la dificultad que existe en definir con exactitud qué es la innovación, pero concluyen en que basta con conocer sus fundamentos para poder impulsarla. En ese sentido, han identificado una serie de ingredientes necesarios para que la innovación y el emprendimiento tengan lugar. La administración, las empresas, el sistema educativo, las personas, los círculos sociales y la responsabilidad social son las seis grandes piezas que configuran el puzle de la innovación.
La función del Gobierno debería consistir en allanar el camino en términos regulatorios para que la innovación pueda producirse. Por lo que se refiere a las empresas, los datos indican que un 62% de las mismas –según Accenture- consideran que su estrategia depende en gran medida de la innovación, pero pocas consideran efectiva su actividad innovadora. Según los expertos de la Fundación Bankinter, la innovación en la empresa radica en hacer aflorar y recoger las ideas que surgen tanto dentro de la organización como entre sus grupos de interés, profundizar en ellas y poner en práctica las que sean viables.
Dentro de ese puzle de la innovación, dos son las piezas en las que se hace hincapié en el informe: las personas y el sistema educativo. Las personas son siempre el origen de la innovación, la iniciativa y la capacidad de éstas para generar ideas y ponerlas en práctica es lo que define una cultura innovadora.
En cualquier caso, fomentar el espíritu emprendedor en las personas sólo se consigue con la motivación adecuada. Y esa es una tarea que debe aprenderse en la escuela -dado que el emprendedor no nace, se hace- a lo largo de todo el ciclo educativo: en la educación primaria, forjando las bases de este desarrollo como lugar adecuado para el fomento de la cultura emprendedora; en la universidad, donde se adquieren conocimientos más específicos, como lugar idóneo para fomentar la cultura innovadora; y en las escuelas de negocios, que serían los núcleos de formación de los líderes que deberán gestionar la innovación.
Las nuevas coordenadas de la innovación.
Pese a que las empresas estadounidenses siguen siendo las más innovadoras, la innovación se está desplazando a los países emergentes. Durante las últimas décadas han sido receptores de tecnología y conocimiento, y han aprendido en el proceso. Las capacidades adquiridas en los procesos de deslocalización de Occidente están siendo complementadas por los gobiernos de estos países con grandes inversiones de I+D y educación. Los conocimientos adquiridos están siendo adaptados y mejorados para hacer frente a sus principales adversidades.
Los países emergentes se están convirtiendo en innovadores por sus propios méritos en lugar de meros imitadores. En poco tiempo serán origen de un creciente número de las innovaciones y las grandes compañías son conscientes de ello. Las empresas de la lista Fortune 500 están trasladando sus centros de I+D a China y la India, y gran parte del capital intelectual de las grandes consultoras procede de los países emergentes.
Por lo que se refiere a España, aunque la situación de la innovación ha mejorado en los últimos años, todavía se encuentra en una posición desfavorable frente a los países más avanzados.
La distribución del gasto de I+D también se aparta de los patrones de las economías desarrolladas, destacando el menor nivel de gasto de las empresas. En cuanto a la educación, presenta peores resultados que la media de la Unión Europea y la OCDE, pese a ser comparable el gasto por estudiante.
En definitiva, los expertos de la Fundación Bankinter ven la cultura innovadora como la única fuente de ventaja competitiva sostenible, por lo que las sociedades que mejor inculquen esa cultura serán las mejor posicionadas en la economía del futuro.