Se han dado muchos avances en ISR a raíz de la demanda, cada vez más frecuente, de contar con productos y servicios que provengan de procesos responsables y sostenibles. Sin embargo, aún quedan retos pendientes. El involucramiento de los stakeholders es uno de los puntos más importantes de la ISR pero muchas veces solo se ve reflejado en la relación industria-ONG, que muchas veces se limita a considerar riesgos pero no aspectos como los valores o las cuestiones éticas y sociales. De otro lado, hace falta regularizar los métodos de medición y previsión de tecnologías.
También está pendiente desarrollar una perspectiva global sobre qué se considera dentro de la ISR, para evitar estándares menos éticos y zonas desreguladas.
En definitiva, la innovación no es intrínsecamente positiva ni negativa. Es necesario enmarcarla dentro de la RSC, para que sus objetivos sigan siempre orientados en favor de la humanidad.
Analizar los factores sostenibles (¡y también éticos!) de los nuevos productos y servicios no es una prerrogativa sino un deber que las empresas necesitan asumir. Y aunque no es un asunto sencillo, la prevención, el diálogo y la sensibilidad son instrumentos que las empresas pueden usar para evitar consecuencias no deseadas de sus nuevas creaciones. Y lo son también la renuncia y la decisión de retroceder ante una innovación incierta, aun cuando esto conlleve asumir pérdidas.
La RSC tiene carácter voluntario y la innovación también. No todas las innovaciones pueden ser reguladas, pues contravendría el carácter de la innovación: la creación. Por ello, la RSC es de vital importancia.