La diversidad se ha convertido en un elemento esencial en todos los ámbitos de la vida de cualquier ciudadano/a: está en la calle, en el metro, en los medios de comunicación y también en las empresas, que tratan de aprender a manejar la complejidad derivada de la heterogeneidad implantada en la sociedad, los clientes, los proveedores y el mercado de trabajo. Esta diversidad tiene caras visibles y evidentes: el sexo, la raza, la procedencia, la edad o algunas discapacidades, que componen un primer mapa de diferencias. Algunas de estas variables que hacen de la realidad humana de la empresa una realidad diversa, constituyen hoy por hoy, factores de discriminación y en ocasiones de exclusión, tanto del ámbito de lo social, como evidentemente, de lo laboral. Dos de estos factores son la edad y la discapacidad