En años recientes, la dicotomía entre el pensamiento a largo y a corto plazo ha tenido un efecto polarizador en las salas de juntas de las corporaciones y de los inversores. La mayoría de las compañías están enfocadas en "mejorar el valor de los accionistas a largo plazo". Al mismo tiempo, están preocupados por la necesidad de ver a través del espejo retrovisor para atender las expectativas a corto plazo en forma de ganancias trimestrales. Esta presión puede dar como resultado decisiones de negocio que pueden satisfacer las expectativas de la compañía en el próximo trimestre, pero no necesariamente las de la próxima década.